La verdad es que no recuerdo el viaje al cien por cien. Lo hicimos en marzo de 2022 y escribo estas líneas en enero de 2023. Es por eso que, aunque sé que ese día visitamos más lugares, sólo alcanzo a recordar los pertenecientes a las fotos que tomé.
Nos despertamos en el parking, a los pies del promontorio rocoso sobre el que se construyó el faro del Cabo de Palos.
Se trata de una construcción de más de 50 metros de altura, que empezó escribir su historia en la época romana, allá por el siglo XVI.
No desaprovechamos la oportunidad de dar un paseo al levantarnos. El día está nublado, pero aún así merece la pena disfrutar de sus vistas.
Y continuamos nuestro viaje. Nos dirigimos hacia la Laguna Rosa, que forma parte del Parque Natural de las Lagunas de la Mata y de Torrevieja.
Para llegar a la laguna dimos un pequeño paseo por una zona vallada, llena de vegetación autóctona.
Creo que no es la primera ocasión en la que menciono cuánto le gusta el agua a Baco. Al llegar a la laguna había unas aves y Baco no se lo pensó dos veces. Se lanzó al agua y se zambulló como el buen bruto que es.
Después comenzó a restregarse en la arena y a ponerse perdido. Aparte de ensuciarme la furgoneta, me di cuenta días más tarde de que se le había metido arena por el oído. Y eso a un perro tan grande y juguetón es difícil de limpiárselo.
Después se pasó el rato saltando y chapoteando en los charcos. Baco ha tenido siempre tanta energía, que esa ha sido una cruz para Golfo que a sus 8 años y malas pulgas aguanta lo indecible con este gran ejemplar de Kangal.
Continuamos nuestro viaje y (he decirlo) he tenido que hacer algo de trampa para saber a donde fuimos, mirando las fotos del día siguiente.
Nos dirigimos hacia Alfaz del Pi. Y haciendo mucha memoria he podido recordar el contexto de esta foto: estaba buscando un sitio donde aparcar para pernoctar y llevaba ya muchas vueltas dadas. El cielo cada vez se cubría más y más de espesas nubes negras.
Finalmente aparcamos en un pequeño descampado a las puertas de la Sierra Helada, un parque natural que visitaríamos al día siguiente.
La noche era muy lluviosa y ventosa. El viento mecía la furgoneta y el ruido de la lluvia se hacía estridente, pero dentro estábamos tan calentitos y tan bien acompañados, que recuerdo aquella noche como algo fantástico. Aunque Baco se acomodara en mi pequeño colchón y no nos dejase dormir. Más adelante eso se convirtió en costumbre y en motivo de disputa.